A menos que hayáis sido uno de esos niños que adora las mates porque comprende su lenguaje fácilmente y tiene facilidad con las habilidades matemáticas, la mayoría nos hemos visto trabados en algún momento de nuestra educación con esta clase, llegando a decir la típica frase de: ‹‹¿De qué me va a servir esto en el futuro?››.
Al crecer y salir al mundo real, sin adultos que lleven las cuentas de la casa, nos den la paga para la tarjeta del metro, y nos asistan en nuestra subsistencia, de pronto, nos damos cuenta de que esa asignatura nos preparaba para lo que nos íbamos a encontrar afuera y, en ocasiones, desearíamos haber prestado más atención o volvemos a estudiar para ponernos al día.
Cuando nos convertimos en madres y padres, la cosa da un paso más allá, pues ahora nos preocupa que nuestros hijos entiendan el lenguaje matemático y sean capaces de utilizarlo correctamente, pero a veces, cómo incentivarlos y ayudarles a mejorar sus habilidades matemáticas puede convertirse en un verdadero reto, porque hay mil cosas más atractivas que hacer a su alcance.
Si bien es cierto que existen muchos juegos, tanto para Tablet como para otros soportes digitales, que pueden ayudarnos con distintos temas y etapas, los juegos de mesa, como hemos comentado en los artículos anteriores de esta serie, permiten un enfoque integral de la personita que tenemos delante.
Con un juego de mesa, mientras le estamos ayudando a prender los números, a contar, e incluso a mejorar sus mates, estaremos estableciendo lazos afectivos fuertes y duraderos, permitiéndoles expresarse y encontrar otras formas para superar y manejar conflictos, así como perfeccionar otras habilidades: desde psicomotrices, a lingüísticas y sociales.
En cada artículo reiteramos la importancia del juego a nivel educativo, puesto que pedagogos y psicólogos lo recomiendan como herramienta en clase, y como apoyo en los hogares.
Pero vamos al grano, ¿qué y cómo podemos ayudar a nuestros hijos, desde que son bebés y durante todo su recorrido escolar, en lo que concierne a las matemáticas?
Jugando con números, fomenta sus habilidades matemáticas
Hablar de juegos de mesa y aprender a contar está mucho más relacionado de lo que pensamos en un primer momento. Ya sólo a través de sus componentes, nos ofrecen unas maravillosas herramientas para el aprendizaje, y esto sin desmerecer los trabajados reglamentos, pensados especialmente para el desarrollo intelectual de niños y adultos.
Aun hoy estamos acostumbrados a pensar en educación y juego como términos por separado, especialmente cuando se trata de matemáticas. En muchos hogares, los juegos de mesa son vistos como una actividad únicamente lúdica y recreativa, sin carácter educativo, que entretiene y permite pasar un buen rato, pero poco más.
El simple hecho de que una familia, o grupo de amigos, se sienten alrededor de una mesa, con una de esas cajas mágicas en el centro, e interactúen en grupo, es una iniciación en el maravilloso ritual que significa aprender cómo se juega. Es decir, estudiar un reglamento, y aprender las normas y pasos a dar hasta conseguir la victoria, ya sea en solitario o en grupo, es todo un ejercicio de memoria, comprensión de texto y, en determinados juegos, de metafísica avanzada XD
Cuando pasamos a la estrategia: a identificar cuánto cuesta cada cosa o cómo conseguir aquella otra, manipular los elementos en el tablero, situarlos en otro lugar para mejorar nuestra posición, o el conteo de puntos final…, ponemos en funcionamiento esa zona del cerebro que nos permite mejorar nuestras habilidades matemáticas y lógicas.
Recordemos que en las primeras etapas —desde que nacen y entran en la guardería, hasta el preescolar—, los niños y niñas aprenden por imitación, por lo que es muy importante qué ven y captan de nuestro comportamiento y lenguaje —tanto oral como gestual. Si nos ven jugar y divertirnos con las cuentas y los números, ellos querrán participar, y las matemáticas no serán más que otro juego con el que reír y disfrutar.
Como decíamos en anteriores artículos —en especial en el artículo 2: Juegos clásicos y educación temprana—, la plasticidad cerebral es la capacidad que tiene nuestro cerebro para modificarse con el aprendizaje. Y a pesar de que gran parte de las habilidades básicas se aprenden por imitación y relación, también hay muchas otras que precisan de un trabajo activo por parte del individuo. Además, existen momentos críticos de aprendizaje, es decir, somos capaces de adquirir conocimientos nuevos durante toda la vida, pero la capacidad para lograrlo va disminuyendo con la edad, por lo que algunas cosas nos resultarán más complicadas si no lo hemos trabajado con anterioridad o no estamos en el momento adecuado para ello.
Por este motivo es importante que los niños empiecen desde pequeños a estimular ciertas zonas del cerebro, para crear las “vías” que después permitirán transitar con más facilidad al “tren” del conocimiento. Es necesario que ciertas zonas estén maduras para adquirir conocimientos nuevos, como idiomas o matemáticas, por ejemplo.
La estimulación de los niños, así como su educación, no es algo que se deba dejar a cargo de los responsables de guarderías o colegíos, sino que se ha de iniciar y continuar en el propio hogar; ambos deben apoyarse mutuamente. Y con los juegos pueden adquirir y mejorar habilidades al tiempo que se divierten. Además, ¡los niños ni se dan cuenta de que sus padres o profesores intentan enseñarles números o a sumar mientras juegan!
Como siempre resaltamos, hemos de elegir los juegos según su edad, nivel y el campo que queramos trabajar, pero, sobre todo, hay que pensar en el niño. Nadie mejor que nosotros sabe qué es lo que más le gusta y qué le echa para atrás, qué le resulta fácil y qué le cuesta, así que si nuestro peque es un forofo de los coches o de los monstruos, pongamos a trabajar nuestra imaginación para hacer de ese juego de mesa, SU juego personal para ese rato especial en casa con papá y mamá —o los abuelos y abuelas, tíos y tías, etc.
En este caso hablamos mucho del entorno familiar, pues consideramos que es realmente importante que se fomente el apoyo escolar en casa, pero de una forma entretenida y alegre, sin tanto deber y más querer. Pero, por supuesto, todos los ejemplos aquí citados se pueden utilizar en clase para que aprender números, a contar —sumar, restar, multiplicar y dividir— y familiarizarse con el lenguaje matemático sea más diver para todos.
De 0 a 2 años
En esta franja recomiendo leer, o releer, el artículo 2 , pues en él comento muchos juegos y ejercicios que realizamos en casa con nuestro hijo Max, desde que nació hasta el día de hoy, que está a punto de cumplir los 3 años.
Max cuenta hasta el 15 en castellano y hasta el 10 en inglés, además de saber diferenciar los números —tanto escritos, como en dados con puntos y contando objetos—, y comprende qué le estás pidiendo cuando le dices: ‹‹¿Puedes traerme tres plátanos, por favor?››. Y todo lo ha aprendido mediante el juego.
La mayoría de ejercicios que encontraréis en el artículo son sencillos y adaptados a los pequeños según van creciendo, pues no es lo mismo un bebé de 1 año, que uno de año y medio o de 2 años. Además, utilizamos los juegos clásicos para ello, por lo que seguro que tendréis muchas de las herramientas que mencionamos a vuestro alcance; algo que se agradece cuando tienes que comprar pañales, ropita nueva cada poco tiempo, pagar vacunas, etc.
Y aquí queremos añadir algunas opciones que seguro harán las delicias de los niños de +2 años.
Para los más peques, consideramos que el juego introductorio ideal es Mi primer frutal, pues el niño no sólo aprenderá los números y a contar casillas a través de unas reglas sencillas, sino también colores, nombres de frutas, a respetar turnos y utilizar un dado… ¡Es garantía de diversión!
Pescar Peces es otro juego del que ya hemos hablado en esta serie de artículos —en especial en el dedicado a fiestas. Este es un juego que, a la par que se echan unas risas tratando de pescar a los animalitos acuáticos, podemos añadir un grado de complicación animándolos a que los cuenten según los van pescando —vean cuantos tienen, sumando, y cuántos quedan en la caja, restando—, así como identificar sus colores y nombres.
Y para aprender a contar como un experto: Diversión de contar. En este juego, el granjero Timoteo tiene que dar de comer a una serie de revoltosas crías de animales de granja, pero se desperdigan por todo el tablero y los niños tendrán que hacer uso de su agudeza visual y capacidad de contar para ayudar al pobre Timoteo. El juego tiene dos modalidades: para contar 10 crías o, más fácil, para contar 5.
No debemos olvidar que, a estas edades, hemos de familiarizar a los peques con los componentes del juego y ayudarles a que se focalicen en lo que están haciendo.
Durante esta primera etapa vais a necesitar grandes dosis de paciencia y esfuerzo extra, pero vale muchísimo la pena, ¡ya lo veréis!
Y recordemos que cada niño es diferente y aprenden a ritmos distintos, además de tener capacidades singulares, por lo que tanto el juego como nosotros nos hemos de amoldar a ellos; tendremos en cuenta las recomendaciones de edad, pero no les empujaremos ni cortaremos las alas.
De 3 a 5 años
Tanto los juegos citados más arriba, como los ejercicios comentados en el artículo 2 de esta serie, son adecuados para esta franja de edad —desde los 2 hasta los 4 años.
Además, podemos incluir títulos como El oso mañoso aprende a contar, en el que, además de contar, los niños se inician con sus primeras operaciones matemáticas. Y Monza, un divertido juego de carreras de coches que ya mencionamos en el artículo especializado en fiestas .
En nuestro caso, el papá de Max es un verdadero fan de los juegos tipo Hero Quest, por lo que despliega un mapa a base de tableros modulares de mazmorras y lo introduce como: “El castillo encantado”; historia y voces incluidas en la puesta en escena.
En este modo inventado de juego, Max controla a su propia miniatura —de la colección de papi— y tira un dado de 6 caras. De esta manera aprende a avanzar casillas contando en voz alta hasta que se encuentra con el malo de turno.
En el momento del encuentro, la cosa se complica, pues realizan una tirada enfrentada en la que gana el número más alto. Si gana él, vence al malvado, y si no, retrocede porque el malo es “muy fuerte”.
Como los juegos de este tipo son algo que Max ha vivido desde peque —en las fiestas con amigos y juegos en familia, desde el Hero Quest, al Descent o el Warhammer Quest: Silver Tower—, es la mejor manera para motivarle con un tema que le gusta. Por ello os animamos a que improviséis, si quedáis para ver un deporte en grupo o sois muy fans de Harry Potter, los héroes de Marvel o DC, o cualquier otra temática, no dejéis de aprovecharlo para que él/ella se enganche y aprenda.
¡Ah! Ya os avanzamos que en un futuro puede que se encuentre con “un jefe final” que le rete con un difícil acertijo sumatorio… ¡Muajajajaja!
De 6 a 9 años
A partir de estas edades el abanico se amplía enormemente, y aprender a contar queda ya como algo superado, para que el reto pase a las operaciones matemáticas.
También los niños se vuelven más selectivos y empieza a ser habitual que aborrezcan lo etiquetado como “educativo”. Y aquí radica la importancia de lo que contábamos más arriba: se trata de buscar el filón en aquello que les gusta y motiva, en sus aficiones.
Además, si han adquirido el hábito del juego y las tardes —mañanas o noches— alrededor del tablero, los dados y las cartas, es algo habitual, tanto como un viernes de cine o ir a comer a casa de los abuelos los domingos, no verán el truco.
Una buena opción dentro de los juegos para esta franja sería el Rallye que, tal como nos imaginamos por el título, consiste en un juego de carreras a través de cartas, con varias opciones de juego. En una de ellas deberás hacer las operaciones correctas con los números de tus cartas para alcanzar la cifra que te pide en cada ronda. ¿Te atreves con el cálculo mental? Porque aquí obligará también a los papis a trabajar sus habilidades matemáticas.
Y, por qué no, ya podemos meternos de lleno con juegos más complejos, como el Catan Junior, en el que tendrán que contar y calcular recursos, así como comerciar y canjear, para poder construir caminos, pueblos y ciudades.
+10 años
Cuando ya llegamos a los 10 años, podemos jugar a la mayoría de títulos que hay en el mercado, por lo que seguiremos la frase hecha “en la variedad está el gusto” para ir perfeccionando distintos puntos, a la vez que incrementamos la dificultad.
Para estas franjas son muy recomendables juegos como Rummy, ¡Toma 6! y Uno, estos juegos nos permiten añadir más complejidad a la par que nos invitan a la toma rápida de decisiones y el cálculo mental ágil.
Nos interesa tu opinión
La serie de artículos ‘Educar Jugando’ está destinada a resolver vuestras dudas como padres y madres, familia de niños y jóvenes, como educadores y terapeutas, en todo lo que nos sea posible. Por ello, los tres primeros artículos son una suerte de introducción a los temas y conceptos básicos para comprender después aspectos como la plasticidad cerebral, la estimulación temprana o la psicomotricidad.
A partir del cuarto artículo de la serie, queremos ofreceros una visión práctica de vuestras consultas: trucos para montar cumpleaños y fiestas temáticas; números y matemáticas; juegos para promover la colaboración; cómo introducir turnos y normas; fomentar la creatividad; fortalecer lazos y risas; y letras, palabras e idiomas.
Insistimos una vez más en que, si tenéis alguna pregunta, nos la enviéis a nuestro mail o respondiendo a los artículos en la web.
Agradeceremos vuestros comentarios para mejorar e incluir aquellos puntos de vista y temáticas que se nos hayan podido pasar por alto.
Sobre los autores
Isabel del Río (Barcelona, 1983), terapeuta y escritora, licenciada en filosofía por la UAB, Maestra Reiki Federada y Fitoterapeuta Titulada. Trabaja en el mundo editorial, literario y cultural. Colabora con la revista Integral. Atiende una pequeña consulta de terapia holística e integral en Barcelona. Y realiza talleres de escritura y crecimiento personal por toda España —especializada en trastornos afectivos y emocionales, así como en educación infantil-juvenil.
Junto a su pareja, Ivan López (Barcelona, 1984) —artista marcial y especialista en juegos de mesa—, cría, educa y mima a su hijo Max, de casi 3 años.