Cuando tienes un peque en casa, tarde o temprano lees o te hablan sobre la psicomotricidad. Normalmente, creemos saber a qué se refiere el término, pero acabamos por darnos cuenta de que en realidad no tenemos ni idea de qué se supone que tenemos que hacer, si hemos de acudir a algún profesional o podemos realizar ejercicios en casa, para qué nos sirve, y un largo etcétera de dudas que incrementan la sensación de inseguridad que a muchos nos atenaza, especialmente si somos primerizos.
Los juegos para desarrollar la lógica son muy interesantes también en esta edad.
En este artículo —el tercero en la serie de Educar Jugando — queremos acercaros a este concepto y a las actividades que podemos realizar con nuestros hijos para ayudarles a desarrollar todo su potencial, además de aprender los juegos de mesa que nos pueden echar un cable en este tema.
“El objetivo principal de la educación en las escuelas debería ser la creación de hombres y mujeres que son capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente repetir lo que otras generaciones han hecho; hombres y mujeres que son creativos, inventivos y descubridores, que pueden ser críticos, verificar y no aceptar, todo lo que se les ofrece”
Jean Piaget
El niño en movimiento
En cierta manera es normal que no tengamos muy claro qué significa “psicomotricidad”, puesto que es un concepto que sigue evolucionando. Nació como una serie de ejercicios para corregir dificultades y discapacidades, pero hoy en día es un punto clave en la educación infantil —especialmente de 0 a 7 años de edad.
La psicomotricidad les permite dominar su movimiento corporal y, por tanto, su diálogo con el mundo que los rodea, favoreciendo su salud física y psíquica. Es decir, a través de una serie de ejercicios corporales, el niño perfecciona sus habilidades motrices básicas y específicas, instaurando y reeducando la globalidad de la persona. Son actividades que potencian la socialización y fomentan aspectos como: la creatividad, el pensamiento lateral, la concentración y la relajación.
Según Pierre Vayer, en El diálogo corporal, la educación psicomotriz permite que el niño desarrolle aspectos:
- Motrices, relacionados con el control del movimiento.
- Cognitivos, pues un buen control motor permite la adquisición de conocimiento mediante la relación con el entorno.
- Y socio-afectivos, ya que es a través del movimiento y del diálogo con el mundo, que el niño aprende a relacionarse y a adaptarse.
El término psicomotricidad nació de la mano del neurólogo Ernest Dupré, quien, a principios del siglo XX, habló de la relación entre las anomalías neurológicas/psíquicas con las motrices.
Más adelante, el psicólogo francés Henri Wallon, plantearía la importancia del movimiento para el desarrollo de la psique infantil, asegurando que el niño se construye la imagen de sí mismo a partir del movimiento, pasando por una serie de estadios en su desarrollo:
- Impulsivo-puro: empieza con el nacimiento y se caracteriza por la actividad motora refleja ante los estímulos.
- Emocional: se inicia a los 6 meses, representado por la simbiosis afectiva con la madre.
- Sensitivo-motor: tiene comienzo al finalizar el año, adquiriendo la capacidad de andar y hablar.
- Proyecto: cuando el niño se proyecta en la cosa para percibirse a sí mismo.
- Personalismo: va de los 2 años y medio a los 3 años, tiene que ver con la autonomía y la conciencia del “yo”, y se caracteriza por la negación y la oposición.
- Pensamiento: tiene inicio a las 6 años, cuando se desarrolla el pensamiento lógico y de socialización.
Educación y psicomotricidad
Resumiendo, la psicomotricidad se divide en una parte de movimiento y en una psicológica —socio afectiva y cognitiva. Es decir, que el mundo afectivo, social, comunicativo y conceptual, así como la visión de sí mismo dentro del entorno, empiezan con el movimiento y el reconocimiento del mundo a través de la actividad motriz.
Según la teoría del epistemólogo, psicólogo y biólogo suizo, Jean Piaget, en los primeros años de vida del niño —desde los 0 a los 7 años—, el niño descubre y conoce el mundo a través del movimiento y del diálogo con lo que le rodea —objetos y seres vivos—, centrándose en la acción sobre el medio. Esto quiere decir que los niños piensan, aprenden y crean a través de la confrontación y resolución de problemas, y que su inteligencia se desarrolla gracias a la actividad de los primeros años.
El desarrollo de la personalidad del niño depende, entonces, de la acción y, en caso de los más peques, la acción se traduce en juego. Esta actividad va en dos direcciones: en relación consigo mismo, para tomar conciencia de su cuerpo; y en relación con el exterior, a través de la exploración, interactuando con lo que le rodea.
Piaget aseguraba que, durante los primeros años, las capacidades afectivas, sociales y cognitivas evolucionaban igual de rápido que nuestro cuerpo. De este modo, se escindía del pensamiento de su época, que veía en los niños proyectos de adultos o versiones imperfectas del ser humano. Piaget fue el primero en mostrar que los procesos mentales de niños y niñas no están incompletos, sino que sus reglas de juego son diferentes a las del mundo adulto, definiendo una serie de etapas de desarrollo que daban sentido a estas maneras distintas de sentir y actuar, ésto se explica mejor en la tabla que aparece en el segundo artículo de esta serie.
Bernard Aucouturier, pedagogo francés, es considerado el padre de la práctica psicomotora. El fundador de la Asociación Europea de Escuelas de Práctica Psicomotriz, considera que es en el acompañamiento durante el juego del niño, que éste pasa del placer de hacer al placer de pensar. Es decir, que la acción o actividad psicomotriz no enseña al niño consideraciones como el espacio o el tiempo, sino que le pone en relación emocional con el espacio y los objetos —con el/lo otro—, para adquirir así la noción de sí mismo y descubrir de esta manera dichas consideraciones. Para aprender, el niño necesita tomar conciencia real de su cuerpo a través de lo que puede ejecutar.
Siguiendo la estela de los distintos psicólogos, biólogos y pedagogos comentados, Jean Le Boulch creó el método psicocinético, que deja clara la necesidad de la práctica psicomotriz en la educación preescolar.
Reeducación y problemas de concentración
Los ejercicios de psicomotricidad están especialmente recomendados para aquellos niños y niñas que presentan dificultades de concentración y atención, de socialización e integración, así como de hiperactividad. Este es el motivo por el que los juegos de mesa están entrando actualmente en muchas aulas, y por el que existen tantos talleres a los que podemos acudir donde los emplean como herramienta.
Según Julián Ajuriaguerra y la escuela de psicomotricidad del Hospital Henri Rouselle, la enfermedad mental es un proceso que se da a partir de las relaciones sociales y con el entorno —más que por condicionamientos biológicos—, por lo que es posible reeducar a niños con problemas de aprendizaje y comportamiento a través de ejercicios posturales, de observación y manipulación de objetos, a partir de un diálogo entre el objeto y el individuo.
Las actividades y juegos que se recomiendan dentro de la psicomotricidad, permiten que los pequeños exploren y descubran por ellos mismos, enfrentándose a las problemáticas y resolviendo las situaciones de conflicto, aceptando sus limitaciones y reconociendo sus miedos, les permite utilizar su fantasía y creatividad para superar las dificultades, a asumir roles y relacionarse con los demás, expresándose libremente.
Por ello, estas actividades estimulan y reeducan los movimientos, sirviendo tanto a niños sanos como a aquellos que presentan algún trastorno o discapacidad.
Beneficios de los juegos de psicomotricidad:
- Conciencia del propio cuerpo
- Dominio del equilibrio
- Coordinación motora
- Control de la respiración
- Orientación espacio-corporal
- Dominio de los planos horizontal y vertical
- Adaptación al entorno
- Discriminación de colores y formas
- Nociones de intensidad, tamaño y situación
- Desarrollo del ritmo
- Mejora de la creatividad y la expresión
- Mejora de la memoria
- Nociones de situación y orientación
- Organización del espacio y del tiempo
Juego y realidad
Así pues, los juegos de mesa nos abren un amplio abanico de posibilidades para desarrollar las habilidades de los más pequeños, a través de la actividad lúdica.
Dentro del juego debemos distinguir entre:
- La psicomotricidad fina, que son aquellas acciones que implican pequeños grupos musculares —de la cara, manos y pies—, y la coordinación entre lo que ve el ojo y lo que toca la mano: cerrar y mover los ojos, sonreír, mover la lengua, soplar, hacer nudos o abrochar botones, agarrar objetos, recortar figuras…
En este apartado, juegos como ‘Animal sobre Animal’ y ‘Mi primer frutal’ serían ideales, pues contienen piezas grandes, de materiales resistentes y naturales, con colores llamativos y primarios, que invitan a investigar y descubrir, además de ofrecer mecánicas variables según el niño y la edad.
- La psicomotricidad gruesa, que son las acciones que implican grandes grupos musculares —movimientos de brazos, piernas, abdomen, espalda y cabeza: asentir o negar con la cabeza, agacharse e incorporarse, dar vueltas y andar, mantener el equilibrio y desplazarse… Permitiendo al niño explorar y experimentar con sus sentidos, para procesar la información del entorno.
‘La Danza del Huevo’ y el ‘Limbro’ son juegos que abarcan los movimientos de todo el cuerpo. Más allá de los ejercicios gimnásticos que podemos realizar con los más pequeños, estos juegos de mesa implican correr, mover brazos y piernas, así como reaccionar con velocidad a distintas órdenes y estímulos. En el caso de ‘La danza del huevo’, también tenemos que tirar dados y coger objetos concretos, por lo que sería un juego que completaría la psicomotricidad gruesa con la fina.
Tabla orientativa de juegos según la edad
Edad | Desarrollo | Habilidades | Actividades y juegos |
0 a 2 meses | Reflejo prensil | Sensación del tacto. | Caricias e interacción directa con las personas del entorno. |
2 a 4 meses | Coordinación ojo-mano | Etapa de ensayo y error. Ven objetos e intentan agarrarlos. | Juegos sencillos con objetos de colores llamativos y con sonidos. |
4 a 5 meses | Máximo nivel de alcance | Capacidad de agarrar objetos a su alcance, mirando sólo el objeto y no sus manos. | Juegos con pelotas y juguetes de grandes dimensiones, como piezas de montaje y ensamblaje. |
6 a 9 meses | Sujeción e interacción | Capacidad para sostener un objeto pequeño durante cortos periodos de tiempo, así como de golpear objetos entre las manos. | Juegos musicales, además de los anteriores. |
9 a 12 meses | Mejora de la psicomotricidad fina | Observa los objetos antes de agarrarlos. Puede tocarlos y empujarlos sólo utilizando un dedo, o varios, a su elección. | Podemos introducir los dados, tal y como explicamos en el artículo anterior (LINK). |
12 a 15 meses | Tenazas con las manos | Este es un paso significativo en su evolución. Utilizando los dedos pellizcará los objetos, siendo capaz de separar piezas. | A esta edad introduciremos los juegos de mesa con ‘Mi primer frutal’, por ejemplo, que cuenta con una mecánica sencilla para identificar formas y colores.
Con este juego, Max aprendió a relacionar el lanzamiento del dado con la acción de coger una fruta de un color determinado.
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1 a 3 años | Gateo y primeros pasos | Desarrollan la capacidad de manipular objetos de manera más compleja que insertando y ensamblando piezas. | Con juegos como ‘Animal sobre animal, y ‘Salta el pirata’, empezarán a manipular diferentes formas con una intención específica más allá del encaje. Aquí veremos una notable mejora en la coordinación mano-ojo.
Los juegos de pesca, son también excelentes para esta etapa, además de que existen variedades de este juego en el que nos señalan con fichas, cartas o un dado qué debemos pescar, añadiendo reglas de juego y turnos.
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3 a 4 años | Etapa preescolar | En esta etapa, la psicomotricidad fina es necesaria para tareas como atarse los zapatos y comer solos. Son capaces de utilizar tijeras, trazar letras y formas geométricas, así como moldear figuras de plastilina con varias piezas. | Introduciremos juegos como el ‘Domino’, el ‘Memory’ y el ‘Dobble kids’ para mejorar la agudeza visual, la memoria y la coordinación.
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A partir de los 5 años | Inicio de la capacidad lógica y abstracta | Son capaces de participar en juegos más complejos, adoptar roles y utilizar objetos de forma simbólica. | Ya podemos hablar de juegos como el ‘Carcassonne Junior’, ‘La escalera encantada’, el ‘Monza’, ‘Carrera de tortugas’ y ‘La noche de los magos’.
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Tomando como referencia esta tabla, la edad aproximada para introducir los juegos de mesa, como ya comentamos en artículos anteriores, son los 12 meses.
A partir del año, el bebé puede manipular piezas grandes —incluidas en un buen número de juegos de mesa— y, a pesar de no seguir el reglamento, podemos empezar a familiarizarlo con los componentes: formas geométricas, dados con colores y dibujos, objetos como frutas y animales, etc. Hemos de recordar que disponer de diferentes materiales también estimula al pequeño, pues podrá interactuar con ellos y reconocer diferentes texturas, por ejemplo.
Como hemos visto a lo largo de este artículo, durante los primeros años, los niños aprenden por exploración y repetición. Si nos ven utilizar diferentes objetos y jugar, e interactuamos con ellos durante la actividad lúdica, desarrollarán un interés por lo que estamos haciendo. De esta manera, lograremos que se centren en un solo estimulo, durante un tiempo determinado, potenciando la atención y la concentración.
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Sobre los Autores
Isabel del Río (Barcelona, 1983), terapeuta y escritora, licenciada en filosofía por la UAB, Maestra Reiki Federada y Fitoterapeuta Titulada. Trabaja en el mundo editorial, literario y cultural. Colabora con la revista Integral. Atiende una pequeña consulta de terapia holística e integral en Barcelona. Y realiza talleres de escritura y crecimiento personal por toda España —especializada en trastornos afectivos y emocionales, así como en educación infantil-juvenil.
Junto a su pareja, Ivan López (Barcelona, 1984) —artista marcial y especialista en juegos de mesa—, cría, educa y mima a su hijo Max, de casi 3 años.