Isabel del Río e Ivan López nos traen cada sábado una serie de artículos sobre Educar Jugando, artículos explicativos y accesibles sobre las formas de educar y aprender mientras jugamos en familia, en esta ocasión hablando sobre juegos clásicos y estimulación temprana. Los juegos de razonamiento lógico también te pueden interesar, así como los juegos de mesa para ejercitar la memoria.
Rescatar los juegos del desván para propiciar el aprendizaje de los más pequeños.
Algunos tenemos una biblioteca de juegos bien surtida, otros, en cambio, justo empezamos, pero si estás leyendo este artículo es porque quieres descubrir las posibilidades educativas y lúdicas a tu alcance.
Sea cual sea nuestro perfil, todos tenemos algún clásico en casa, ya sea un ‘Dominó’ de los abuelos, un ‘Quién es quién’ olvidado en un rincón, el ‘Rummy’ que nos regalaron aquellas navidades, o el ‘Tres en Raya’ que nos hizo nuestro sobrino con botones. Y en este artículo queremos desempolvarlos y explicar cómo los juegos de nuestra infancia pueden ayudar a nuestros hijos a aprender desde los colores y los números, a las partes del cuerpo e inglés. Así como aproximaros al concepto de la estimulación temprana.
Como ya explicábamos en el artículo anterior, con esta serie de posts pretendemos responder a las dudas más habituales en las familias sobre cómo educar jugando —de ahí el título general—, así como responder más concretamente a aquellos que nos habéis escrito y preguntado sobre juegos de mesa y su aplicación en el aprendizaje.
Si perteneces a una familia grande, también te interesará los juegos para familias grandes.
Antes de empezar, quiero recalcar que cada niño es un mundo; algunos aprender una cosa súper rápido mientras a otro le cuesta más captarla, pero es genial en otro área. No todo sirve igual, cada individuo es diferente, por lo que no debemos forzar a nuestros hijos si vemos que no se están divirtiendo, lo último que queremos es frustrarlos. Y, si no quiere jugar a lo que proponemos, pasaremos a otra actividad y le preguntaremos si tiene alguna preferencia. Debemos respetar la personalidad única de nuestros hijos y dejarles crecer a su ritmo, nuestra tarea es la de mostrarles las herramientas para que sean las maravillosas personas que ya vemos en ellos.
La plasticidad cerebral y el desarrollo neuronal
La neuropediatría, o estudio del desarrollo neuronal en los niños, investiga el complejo proceso de maduración del sistema nervioso para la adquisición de las distintas habilidades humanas. El sistema nervioso humano tarda muchos años en madurar, por lo que es mucho más flexible que el de otras especies y de ahí nuestra riqueza cultural.
La plasticidad cerebral es la capacidad que tiene nuestro cerebro para modificarse con el aprendizaje, y depende de la edad y de la experiencia. La mayoría de niños aprenden de su entorno las habilidades básicas: como hablar, relacionarse con los demás, andar… Sólo necesitan un ejemplo, es decir, personas que lo hagan en su entorno para poder imitarlo.
Nuestra capacidad para aprender dura toda la vida, pero disminuye con la edad, y aquellas habilidades que no necesitamos para la supervivencia básica, como las culturales —leer e interpretar textos, otros idiomas además del materno, música y arte, matemáticas, entre otras— requieren de un esfuerzo activo para llegar a aprenderlas. Si bien es cierto que podemos aprender alemán a cualquier edad, es necesario que esa área del cerebro esté madura para poder hacerlo, y ese es un trabajo que debemos realizar en edades tempranas para que esto sea así.
Aunque suene un poco fuerte, existen períodos críticos para ello, pues si no adquirimos una habilidad en el momento óptimo de madurez cerebral, después nos será mucho más difícil aprenderla. Por ejemplo, un bebé que escucha varios idiomas desde antes de su nacimiento —pues los niños empiezan a recibir estímulos en el vientre materno— tendrá más facilidad después a la hora de aprender nuevos idiomas; según múltiples estudios, los niños bilingües tienen más facilidad para aprender otros idiomas que los que sólo hablan y leen la lengua materna.
Es por este motivo que los primeros años de vida son vitales para su desarrollo y es fundamental comenzar a estimularlos desde el nacimiento —e incluso en el vientre materno. Y, a pesar de que los pediatras recomiendan empezar con la estimulación motriz, también podemos ir introduciendo actividades que fomenten el desarrollo de habilidades comunicativas, emocionales y cognitivas.
Lógicamente, un bebé recién nacido —o dentro de la tripita de su mamá— no podrá jugar a ningún juego de mesa con nosotros, pero podemos estimularlos leyendo y cantando, poniéndoles música —se ha demostrado que la clásica mejora la capacidad de aprendizaje, propiciando la calma y la concentración—, con caricias y masajes; además de tenerlos sobre nuestras rodillas durante los momentos de juego, ya que las formas, colores, conversaciones y risas, les estimulan para ir adquiriendo experiencia de lo que les rodea.
Debemos tener en cuenta que la estimulación del niño y su educación no sólo debe ser algo que se haga en la guardería o en el colegio, sino que ha empezar y continuar en casa, y el juego es el medio ideal para ello, pues les permite comunicarse libremente, experimentar, investigar, adquirir nuevas habilidades y conocimientos, crear lazos afectivos fuertes, y todo sin darse cuenta, pues los niños, mientras se divierten, no se preocupan de si sus padres intentan que aprenda vocabulario o matemáticas.
Los juegos para la estimulación temprana captan la atención con colores, formas y sonidos llamativos. Los elegiremos según su edad, nivel y el campo de conocimiento que queramos trabajar. Con ellos adquirirán y mejorarán habilidades, además de adquirir conceptos básicos, algo que se traduce en un mejor rendimiento en clase. Porque aprender mediante el juego puede parecer magia, pero es la manera más sencilla y divertida de involucrarlos en su propio proceso de aprendizaje.
¿Qué es la estimulación temprana?
En época de nuestras abuelas —e incluso de nuestras madres— se creía que los recién nacidos no podían relacionarse con el mundo exterior, que sólo comían, manchaban pañales y dormían. Pero hoy en día sabemos que el niño necesita dialogar con el mundo para desarrollar sus capacidades de forma adecuada, y el juego desde las etapas más tempranas es imprescindible para ello.
Un bebé recién nacido no podrá participar en juegos de mesa, pero con el contacto de la piel materna, con su voz, los sabores y olores que le transmite el entorno, así como lo que puede ir captando visualmente, estimula su crecimiento intelectual y emocional —además de mejorar también su salud, pues un niño al que se abraza y con el que se interactúa estará más fuerte y sano que uno que pase el día en su cuna.
La estimulación temprana consiste en una serie de actividades y técnicas que ayudan al niño —de 0 a 6 años, sin importar su género, es decir, es exactamente igual para niño y niña— a desarrollar al máximo sus capacidades físicas, psíquicas, cognitivas, emocionales y sociales, así como a evitar posibles estados no deseados en su desarrollo —estas técnicas también se aplican en niños con trastornos, pues así estimularemos su capacidad para compensar cualquier problema. Estos ejercicios se aplican desde el nacimiento hasta los 6 años, pues es el momento de mayor plasticidad cerebral, y utilizan el juego como base.
Estas actividades se enfocan en cuatro áreas principales:
- Cognitiva: el niño necesita experiencias para comprender, adaptarse y superar las situaciones con las que se encuentre en el futuro. Le enseñan a interactuar con el mundo que lo rodea, así como a razonar en distintos niveles de pensamiento, a concentrarse en las situaciones dadas, a reaccionar y seguir normas e instrucciones.
- Motriz: comprende la relación entre lo que se ve y lo que se toca, así como la capacidad de moverse de un lado a otro. Para poder desarrollarla, el niño necesitará poder manipular sustancias y objetos —en los primeros meses es importante que pueda llevárselas a la boca, pues el mayor órgano de reconocimiento a esa edad es la lengua, y es por ella por la que adquiere la información—, además de explorar y desarrollar su curiosidad —estableciendo unos límites para evitar riesgos innecesarios.
- Lenguaje: se desarrolla desde antes del nacimiento, pues los niños pueden entender muchas palabras antes de poder decir nada con sentido, y los gestos hablan mucho más de lo que creemos. Es la habilidad que permite al niño comunicarse y consta de la capacidad: comprensiva, expresiva y gestual. Gran parte del conocimiento en esta área lo adquieren por asociación, es decir, si nos ven señalando un objeto y diciendo su nombre, entenderán que eso se llama así.
- Socio-emocional: los primeros vínculos afectivos con sus padres —o tutores— son imprescindibles para que adquieran seguridad y autoestima, además de aprender cómo comportarse con el resto de personas, tomándonos como ejemplo; según cómo nos relacionemos con él y con otros frente a él, el niño aprenderá a hacerlo por sí mismo. Además, adquirirá los valores familiares y las reglas sociales, sin olvidar algo importantísimo: reconocer, aceptar y aprender a manejar nuestros propios sentimientos de forma autónoma.
Desde que tenemos al niño en nuestros brazos, hemos de empezar a jugar con él. Como hemos comentado, al principio no serán propiamente juegos —al menos no para nosotros—, pero lentamente podremos ir introduciendo distintos elementos y mecánicas. Todos, incluso los adultos, necesitamos jugar, así que, ¿por qué no aprovechar y divertirnos juntos?
¿Por qué, cómo y cuándo?
Recapitulemos. Durante los primeros años del niño —hasta los 6 años—, el cerebro tiene una capacidad sorprendente para cambiar y aprender, evolucionando continuamente, y estableciendo conexiones neuronales con mayor facilidad y eficacia, porque es el momento crítico de plasticidad. Pasado ese periodo, esta capacidad mengua, por lo que la estimulación temprana adquiere relevancia para conseguir el mayor número de conexiones, además de mantener el funcionamiento óptimo mediante sus ejercicios y actividades.
Los primeros meses son cruciales, pues se perfecciona la actividad de los sentidos, así como la capacidad para relacionar lo que vemos, sentimos y escuchamos con lo que nos rodea, reconociendo formas, colores y sonidos.
Para desarrollarse, el cerebro necesita información, los estímulos —de día y de noche— permiten a los bebés recibir estos imputs, por lo que es importante que reciba una estimulación de buena calidad para desarrollar adecuadamente sus capacidades, escuchando la voz de la madre, con el olor de la leche y las caricias, convirtiéndose lentamente en juegos que introducirán distintos conceptos y animarán al bebé hacia distintas habilidades.
En ningún momento intentamos desarrollar a un niño precoz o adelantado a su edad natural, sino estimularlo de forma oportuna, ofreciéndole un amplio abanico de experiencias que sienten las bases para futuros aprendizajes.
Hay que tener en cuenta que los factores ambientales y biológicos —desde la nutrición a su salud física—, así como los psicológicos, sociales y culturales —los vínculos afectivos, la atención que recibe, la interacción con el ambiente— son factores fundamentales en la maduración de sus conductas y habilidades, así como en el desarrollo de las distintas estrategias de adaptación y comunicación.
Etapa de desarrollo | Edad | Correspondencia con estructuras las cogniscitivas |
Periodo sensoriomotor | 1 a 2 años | Se percibe el mundo con base a sus sensaciones y sus movimientos. |
Periodo preoperacional | 2 a 7 años | Puede realizar operaciones de raciocinio elemental. |
Periodo de operaciones concretas | 7 a 11 años | Puede fijar ideas sobre una experiencia. |
Periodo de operaciones formales | +11 años | Realiza operaciones formales y tiene capacidad para la generalización y la abstracción. |
Para el bebé de 0 a 1 año, los principales ámbitos de aprendizaje y estimulación son las percepciones sensoriales, la manipulación del entorno, el contacto con las personas de su mundo y la coordinación del movimiento, por lo que los juegos han de ser sencillos, de dimensiones grandes y sin piezas pequeñas, de materiales resistentes y naturales, con colores llamativos y formas reconocibles —todavía mejor si pueden hacer ruidos.
El bebé de 1 a 3 años, etapa de evolución hacia lo que consideraríamos como niño, pasa por cambios importantes en el razonamiento, la socialización, la coordinación y el lenguaje, así que buscaremos distintos juegos que les ayuden en estas áreas, interactuando de forma activa y proponiéndoles retos divertidos.
Educación y diversión
El desarrollo del niño está muy influenciado por su entorno y las personas que están a su cargo —tanto en casa como en clase. Sus valores y capacidad para dominar y expresar sus sentimientos, para ser independiente, dependerá de ello. Por lo que es importante estimularlos para realizar actividades en las que puedan satisfacer su curiosidad e iniciativa, así como adquirir mayor grado de autonomía que después repercutirá en su vida diaria: a la hora de comer, de vestirse y asearse, de recoger los juguetes…
No hay que olvidar que la primera finalidad del juego es divertirse. El juego debe parecer divertido, el niño ha de querer jugar, le ha de apetecer. Nunca escogeremos juegos según su género, no existen juegos de mesa para niños y otros para niñas —igual pasa con los juguetes, las lecturas, las películas, etc. Pero sí que tendremos en cuenta la edad, nivel y etapa del niño para ayudarle a escoger juegos que fomenten aquellos conocimientos y habilidades que es interesante potenciar.
El juego es el momento ideal para enseñar límites, normas y conductas sociales. Para jugar es necesario respetar turnos y compartir. Debemos explicar las reglas y mecánicas de forma sencilla y clara, y asegurarnos de que las han entendido; tanto sean normas escritas como si nos las inventemos nosotros, debemos estar de acuerdo y negociar los aspectos que sean necesarios.
Elegiremos un momento tranquilo para jugar con nuestro hijo, asegurándonos de que no esté cansado o sobrecargado de estímulos. Decidiremos el juego siguiendo lo explicado anteriormente y, si es posible, con ayuda del niño. El rato de juego debe ser un momento agradable en familia, por lo que podemos poner música, y la risa es fundamental; recordemos que los niños aprenden las conductas sociales por imitación, así que saber aceptar la derrota y ganar con deportividad, es algo que recibirán directamente de la experiencia.
Si es posible, podemos establecer un día a la semana para jugar juegos de mesa en familia, o alguna hora al día de divertimiento entre padres e hijos.
¡Los clásicos al rescate!
Como decíamos al principio de este artículo, todos tenemos algún juego de mesa por casa —o donde los abuelos y los tíos. Existen diferentes tipos, pero la mayoría dejan espacio para la creatividad, así como para inventarnos distintas formas para aprender con ellos.
Cada juego tiene una función distinta en el desarrollo infantil, pues estimulan distintas áreas y fomentan diferentes habilidades, pero siempre es divertido dejar que los niños inventen y utilicen su propia imaginación —como ya comentamos en la reseña de ‘Mi primer frutal’.
Los juegos de mesa clásicos, no sólo son un pasatiempo ideal, sino que son muy eficaces para la estimulación temprana a partir de 2 años. Además, al constituir un reto, mantiene motivado al niño, aprendiendo nuevas formas, colores, letras… Y también sirven para la psicomotricidad.
Max lleva participando en juegos de mesa desde antes de tener 1 año y medio, pero como comentábamos al inicio, cada niño es un mundo, y según los expertos, es a partir de los 2 años que el niño empieza a comprender ciertas normas. Por lo que no es necesario correr, pero si tu hijo te lo pide y quiere más, tampoco le frenes.
A continuación expongo algunos juegos*, que muchos tenemos a nuestro alcance, y cómo utilizarlos para la estimulación temprana y la enseñanza:
- Los Dados. Max se volvía loco con ellos, así que le compramos dados grandes —del tamaño de su mano— con distinta cantidad de caras, con números, con dibujos, con colores y con puntos.
Con ellos empezamos a hacer turnos —primero los tiraba Max, después mamá y luego papá. Reconocimos los dibujos, más adelante los números y, finalmente, aprendió a contar los puntos.
Este juego se puede ir ampliando, por ejemplo, si un dado tiene el dibujo de: un pato, un tambor, un vaso, una bota, etc. Podemos utilizar juguetes y peluches para representar las ilustraciones y que el niño los vaya tomando según salgan como resultado.
También podemos jugar con Lacasitos y galletas, si aciertan el número, pueden tomar uno, ¡o el número que salga en el dado! Eso les encanta.
Con Max también hemos utilizado los dados normales que teníamos por casa, pero le compramos más grandes porque le gustaba metérselos en la boca, y así evitábamos sustos. Lo bueno de los dados es que es un juego que permite muchas variaciones, que les encanta porque los tiran, hacen ruido, ruedan y rebotan, y con ellos pueden aprender desde números, formas y colores, a matemáticas y vocabulario, además de mejorar su psicomotricidad.
- El ‘Quién es quién’. Ese tablero lleno de caras ante el que todos hemos pasado alguna tarde de nuestra infancia, es ideal para los más pequeños; incluso existe el tamaño viaje por si queremos utilizarlo en las vacaciones.
Con este juego, Max aprendió las partes del cuerpo, a reconocer entre hombre y mujer, colores en el pelo y los ojos, y nombres de distintos complementos; además de diferenciar la individualidad.
Nosotros tenemos uno de viaje, así que yo tomaba las cartas con las caras de los personajes, Max tenía un tablero con todos los rostros, y le describía una imagen al azar hasta que él daba con el personaje. Puede jugarse a dúo, pero siempre va bien que otro adulto esté con el niño, al menos las primeras veces, para bajar las caras que no se adecuen con la descripción.
- El ‘Operación’. Este es uno de los preferidos de Max, ¡le encanta hacer que pite! ¡¡Es un médico pésimo!! Con este juego ha aprendido a distinguir derecha de izquierda, así como practica su psicomotricidad. Nosotros tenemos una versión de viaje, por lo que ha de meter unas monedas en unas ranuras, que coinciden con brazos y piernas, y después, con una jeringuilla, llevarla hasta el centro del tablero; supuestamente sin que pite, pero qué le vamos a hacer si le encanta.
Este juego también cuenta con unas cartas en que aparece un brazo o una pierna, derecha o izquierda, con un color y un número. Nosotros lo jugamos de la siguiente manera: primero el niño toma una carta, distingue qué parte del cuerpo es y si se trata de diestra o zurda, para después señalarla en el tablero, en sí mismo y en el resto de participantes. Luego dice el color y el número de la carta. Finalmente, coloca la moneda y la lleva al centro del tablero. ¡Las risas, y el aprendizaje, están asegurados!
- El ‘Parchís’. Este clásico es perfecto para enseñar normas, a respetar turnos, a reconocer números en el dado y a contar, así como para aprender colores. Además hay miles de diseños, nosotros tenemos uno con pitufos, y cuando nos cansamos de jugar con las reglas del juego, hacemos que los pitufos vayan de visita a la casa del vecino.
- El ‘Mixmo’. Este juego es mucho más avanzado, se trata de aprender las letras y, más adelante, a componer palabras y frases. Max, por ahora, domina casi todas las letras, así como su nombre y palabras sencillas como “mama” o “papa”, pero lentamente va aprendiendo.
Es una buena forma de empezar a familiarizarlos con el abecedario en mayúsculas y facilitarles más adelante el aprendizaje de la lectura, pero sin forzar, ¡sólo es un juego! También podemos aprovechar para cantar canciones de abecedario en su lengua materna, e introducir nuevos idiomas.
- El ‘Rummy’. ¡¡Otro que le encanta a Max!! Este lo lleva utilizando desde hace mucho tiempo, aunque no porque nosotros se lo ofreciéramos, sino porque lo cogía él mismo de la estantería.
Se trata de un juego con fichas con números y algunas con una Luna, que sería el comodín. Quizá porque Max ya estaba muy familiarizado con los números por los dados, el ‘Rummy’ le llamó la atención desde el principio, y le encanta ordenar las fichas del 1 al 12, y recitarlos en castellano, catalán e inglés.
- El ‘Tres en Raya’. A éste jugamos según las normas. Ahora Max tiene casi 3 años, pero empezamos con él a los 2 años y medio. Primero no entendía muy bien cómo jugar, pero al ver cómo lo hacía yo, explicándole tranquilamente cuándo lo hacía bien y cuándo no, ha ido aprendiendo, ¡y el otro día me ganó! ¡¡Y yo era imbatible en este juego!! Jajajaja
El Tres en Raya nos permite fomentar la competitividad sana, la capacidad para asumir la derrota, así como a ganar con deportividad. También aprendemos conceptos y habilidades espaciales, lógica y matemáticas.
En la práctica
Los niños son como esponjas que absorben lo que les rodea, ya sea bueno o no-tan-bueno, por lo que debemos cuidar las relaciones, comportamientos y estímulos que reciben a diario, y fomentar el desarrollo de sus capacidades según su propio ritmo.
Este artículo ha querido ser una introducción a la estimulación temprana, la capacidad de aprendizaje de los niños desde los 0 a los 6 años de edad, y a cómo utilizar las herramientas a nuestro alcance para ofrecer la mejor educación y apoyo que podamos para que se conviertan grandes personitas.
Agradecemos vuestra opinión sobre este y el resto de artículos, y si tenéis alguna duda, estaremos encantados de responderla, en la medida que nos sea posible.
*Todos estos juegos han de realizarse bajo la supervisión y colaboración de un adulto. Muchos de ellos contienen piezas de un tamaño no adecuado para -3 años, por lo que hay que tener especial atención si a tu hijo le gusta llevarse las cosas a la boca, nariz u orejas.
Sobre los Autores:
Isabel del Río (Barcelona, 1983), terapeuta y escritora, licenciada en filosofía por la UAB, Maestra Reiki Federada y Fitoterapeuta Titulada. Trabaja en el mundo editorial, literario y cultural. Colabora con la revista Integral. Atiende una pequeña consulta de terapia holística e integral en Barcelona. Y realiza talleres de escritura y crecimiento personal por toda España —especializada en trastornos afectivos y emocionales, así como en educación infantil-juvenil.
Junto a su pareja, Ivan López (Barcelona, 1984) —artista marcial y especialista en juegos de mesa—, cría, educa y mima a su hijo Max, de casi 3 años.